Dirigió su mirada hacia la luna, y de sus ojos, grises, se escapó una lágrima inocente. No se inmutó en secársela, como habría hecho de haber habido alguien en la misma habitación, simplemente dejó que fluyera por su rostro, sintiendo ese cosquilleo que le recordaba que no era feliz.
Pensaba que ya había superado aquello que la aterraba, pero cuando creía que ya no le afectaba, volvía a caer. “No es para tanto”, “Deja de hacerte la víctima”, decía la gente cuando la veían mal, o alguna lágrima traviesa se escapaba de sus ojos. Por eso se callaba cuando la tristeza le acechaba, cada vez que sentía ganas de huir de la sociedad y echar a correr a algún lugar lejano, donde nadie la pudiera ver sufrir.
Luego, era ella la que socorría a los demás. Era ella la que corría a ayudar a quién la necesitara, ella estaba allí para todos, pero no para ella misma. No quería aceptar que necesitaba ayuda, tantos palos la habían hecho más fuerte, pensaba ella. “Llorar delante de la gente es de cobardes”- se decía-, y su orgullo se iba haciendo cada vez más grande, hasta que ya no pudo más.
Sentía ganas de contar lo que le pasaba, no soportaba estar siempre sola cuando necesitaba a alguien que le diera ánimos, darlo todo y no recibir nada. Nada.
Acabó sumiéndose en una profunda oscuridad, acabó por preferir estar sola “La gente solo me hace mal”, “Nadie me entiende…”.
Y así es como acabó perdiendo la fe en los que le rodeaban, y lo peor de todo, en ella misma.
Copyright ©
Necesito creer que las personas son buenas, aunque me decepcionen una y otra vez.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
sábado, 4 de diciembre de 2010
No volveré a ser un títere.
Posó su mano en mi hombro con decisión y se sentó a mi lado en el banco. Dirigí mi mirada hacia el suelo, un acto reflejo producido por la timidez y el nerviosismo que me producía su presencia, y esperé a ver su reacción.
Su cabello de media melena se revolvía en el aire mecido por el viento, y sus ojos color carbón, permanecían mirándome fijamente. Movió su mano y la aproximó a mi rostro en una especie de caricia. Su piel era cálida y fuerte, y el roce de su mano con mi piel me hizo estremecer.
Por fin despegó sus labios.
-Gracias.- Susurró, no sé bien si para mí o para él mismo.
De pronto, un destello de sentimientos y recuerdos se agruparon y empezaron a abofetearme dolorosamente.
Recuerdos fugaces, recuerdos alegres, tristes, recuerdos del pasado que marcaron un hoy y un ayer en mi vida. Como un eje cronológico que marca el principio y el final de una etapa, etapa que, si por mí fuera, no habría terminado nunca. Pero todo acaba, unas cosas mejor que otras, pero el fin llega, tarde o temprano.
Yo no pude haber elegido otro camino, mis pasos anduvieron por si solos tras aquella voz que me hacia estremecer, y yo, como hipnotizada por aquella fuerza sobrenatural, no tuve más remedio que seguirle. Le seguí hasta el mismo abismo. Recorrí rutas construidas por las mentiras, senderos creados por la falsedad, e incluso viajé por los mares del sufrimiento y la incomprensión sin apenas darme cuenta.
Aún, de vez en cuando, me es inevitable mirar hacia atrás y ver en lo que se ha convertido mi vida, ser espectadora de los mejores momentos de mi pasado, y, cómo no, pasearme por aquel, en el cual, se estableció un final de una importante etapa de mi vida:
***
“Él me miraba fijamente, no estaba serio, sonreía, parecía feliz. Estaba seguro de sí mismo, pensaba que me tenía bajo su control, que estaba indefensa, que no podría escapar de sus garras. Puede que en un principio fuera así, puede que hubiera un tiempo en el que yo me cegué y no veía nada más de lo que él pretendía mostrar, pero conseguí salir de la trampa, y vi como era realmente, una bestia que buscaba una presa fácil y que no le diera problemas. ¿Tan débil se pensaba que era para creer que podría acabar conmigo? Tal vez yo también le enseñé aquella faceta mía y conseguí engañarle.
-¿Querías verme? – Dijo, con esa voz suya, que me hacía sentirme segura.
No contesté, estaba claro que si le había llamado era porque quería algo, quería demostrarle que conmigo no puede jugar tan fácilmente, que yo también se jugar sucio, y que no era tan importante en mi vida.
No pude, fue mirarle a los ojos y olvidárseme todo lo que tenía pensado decirle, olvidar todo lo que me había hecho y saltar a sus brazos como una niña asustada que necesita de alguien para poder salir.
No iba a permitir que me viera asustada, que me viera indefensa, que pensara que, cuando le tengo delante, no tengo autoridad sobre mí.
-Sí, quería verte.-Dije al fin.- Quería que me explicaras el porqué de tantas mentiras, el motivo por el cual me elegiste a mí para ser tu títere, y, porque, después de ver que ya estaba en tus brazos incondicionalmente, seguiste con los engaños y las persuasiones.
Le vi dudar. No sabía que contestar, y se conformó con un “¿de veras crees que mentía?” Hace tiempo que aprendí a seguirle los pasos, y muchas veces, a anticiparme a ellos. Ya no me podía engañar como haría con las demás.
Mi mano se estampó en su cara como un acto reflejo por todas sus mentiras, no supe que hacía, fue inconscientemente, por toda aquella rabia acumulada que ahora salía sin avisar. Otra vez siendo un simple títere, antes de él, ahora de mi misma.
-Eres idiota- le dije.- demasiado ingenuo como para pensar que podía tenderte una trampa. Tal vez tú tienes aquella esencia que hace enloquecer a la gente, como aquel corderito indefenso que cuando menos te lo esperas se convierte en lobo, y te atrapa. Lo malo de ser un corderito es que eres demasiado llamativo, y la gente puede prever tus movimientos. Yo prefiero ser lo que soy, una simple araña que siempre pasa desapercibida, y que, en cualquier momento, mi red te puede atrapar. Una vez te atrape, ya estás perdido.”
***
Volví a la realidad y vi a Jace sentado a mi lado. Con los ojos llorosos y agradeciéndome lo que hice.
-No sé si lo hubiera hecho de haber sido yo misma, y no haberme guiado por mis impulsos.- Confesé.
-Eso no importa, de haber sido yo no sé cómo habría reaccionado. Él apareció siendo mi amigo, y acabó robándome a la chica que quería, ¿Para qué? ¿Se siente importante haciendo sufrir a los demás?
-A mí también me ha hecho sufrir mucho, pero yo creo que ya no vale la pena echarle en cara nada, ¿No has oído el cuento de “el pastor mentiroso”? Si va por la vida mintiendo, cuando encuentre a alguien que le guste de verdad, esta, no le creerá. Al fin y al cabo él saldrá perdiendo…
Copyright ©
Su cabello de media melena se revolvía en el aire mecido por el viento, y sus ojos color carbón, permanecían mirándome fijamente. Movió su mano y la aproximó a mi rostro en una especie de caricia. Su piel era cálida y fuerte, y el roce de su mano con mi piel me hizo estremecer.
Por fin despegó sus labios.
-Gracias.- Susurró, no sé bien si para mí o para él mismo.
De pronto, un destello de sentimientos y recuerdos se agruparon y empezaron a abofetearme dolorosamente.
Recuerdos fugaces, recuerdos alegres, tristes, recuerdos del pasado que marcaron un hoy y un ayer en mi vida. Como un eje cronológico que marca el principio y el final de una etapa, etapa que, si por mí fuera, no habría terminado nunca. Pero todo acaba, unas cosas mejor que otras, pero el fin llega, tarde o temprano.
Yo no pude haber elegido otro camino, mis pasos anduvieron por si solos tras aquella voz que me hacia estremecer, y yo, como hipnotizada por aquella fuerza sobrenatural, no tuve más remedio que seguirle. Le seguí hasta el mismo abismo. Recorrí rutas construidas por las mentiras, senderos creados por la falsedad, e incluso viajé por los mares del sufrimiento y la incomprensión sin apenas darme cuenta.
Aún, de vez en cuando, me es inevitable mirar hacia atrás y ver en lo que se ha convertido mi vida, ser espectadora de los mejores momentos de mi pasado, y, cómo no, pasearme por aquel, en el cual, se estableció un final de una importante etapa de mi vida:
***
“Él me miraba fijamente, no estaba serio, sonreía, parecía feliz. Estaba seguro de sí mismo, pensaba que me tenía bajo su control, que estaba indefensa, que no podría escapar de sus garras. Puede que en un principio fuera así, puede que hubiera un tiempo en el que yo me cegué y no veía nada más de lo que él pretendía mostrar, pero conseguí salir de la trampa, y vi como era realmente, una bestia que buscaba una presa fácil y que no le diera problemas. ¿Tan débil se pensaba que era para creer que podría acabar conmigo? Tal vez yo también le enseñé aquella faceta mía y conseguí engañarle.
-¿Querías verme? – Dijo, con esa voz suya, que me hacía sentirme segura.
No contesté, estaba claro que si le había llamado era porque quería algo, quería demostrarle que conmigo no puede jugar tan fácilmente, que yo también se jugar sucio, y que no era tan importante en mi vida.
No pude, fue mirarle a los ojos y olvidárseme todo lo que tenía pensado decirle, olvidar todo lo que me había hecho y saltar a sus brazos como una niña asustada que necesita de alguien para poder salir.
No iba a permitir que me viera asustada, que me viera indefensa, que pensara que, cuando le tengo delante, no tengo autoridad sobre mí.
-Sí, quería verte.-Dije al fin.- Quería que me explicaras el porqué de tantas mentiras, el motivo por el cual me elegiste a mí para ser tu títere, y, porque, después de ver que ya estaba en tus brazos incondicionalmente, seguiste con los engaños y las persuasiones.
Le vi dudar. No sabía que contestar, y se conformó con un “¿de veras crees que mentía?” Hace tiempo que aprendí a seguirle los pasos, y muchas veces, a anticiparme a ellos. Ya no me podía engañar como haría con las demás.
Mi mano se estampó en su cara como un acto reflejo por todas sus mentiras, no supe que hacía, fue inconscientemente, por toda aquella rabia acumulada que ahora salía sin avisar. Otra vez siendo un simple títere, antes de él, ahora de mi misma.
-Eres idiota- le dije.- demasiado ingenuo como para pensar que podía tenderte una trampa. Tal vez tú tienes aquella esencia que hace enloquecer a la gente, como aquel corderito indefenso que cuando menos te lo esperas se convierte en lobo, y te atrapa. Lo malo de ser un corderito es que eres demasiado llamativo, y la gente puede prever tus movimientos. Yo prefiero ser lo que soy, una simple araña que siempre pasa desapercibida, y que, en cualquier momento, mi red te puede atrapar. Una vez te atrape, ya estás perdido.”
***
Volví a la realidad y vi a Jace sentado a mi lado. Con los ojos llorosos y agradeciéndome lo que hice.
-No sé si lo hubiera hecho de haber sido yo misma, y no haberme guiado por mis impulsos.- Confesé.
-Eso no importa, de haber sido yo no sé cómo habría reaccionado. Él apareció siendo mi amigo, y acabó robándome a la chica que quería, ¿Para qué? ¿Se siente importante haciendo sufrir a los demás?
-A mí también me ha hecho sufrir mucho, pero yo creo que ya no vale la pena echarle en cara nada, ¿No has oído el cuento de “el pastor mentiroso”? Si va por la vida mintiendo, cuando encuentre a alguien que le guste de verdad, esta, no le creerá. Al fin y al cabo él saldrá perdiendo…
Copyright ©
sábado, 27 de noviembre de 2010
Sentimientos rotos.
Me miró fijamente a los ojos, y por primera vez supe que no mentía. Era la primera vez que era sincero conmigo, no preguntes porque, pero lo sabía, estaba segura al cien por cien. Quizá por el brillo de sus ojos plateados por culpa de toda su emoción contenida, aunque por mucho que intentara ocultarlo lo conocía bastante bien como para saber lo que pensaba en ese mismo instante; o también por ese movimiento de su pierna derecha por culpa de la incomodidad o el nerviosismo, que siempre conseguía ponerme nerviosa, pero que hoy casi se me había pasado por alto.
Me cogió la mano y la apretó en una especie de señal, solía hacerlo cuando no tenía palabras, o también cuando se sentía realmente arrepentido. Me reconfortaba aquel gesto, pues sabía que lo sentía, y mucho.
Recorrí con mi mirada su rostro, prestando mucha atención a lo que veía, cada rasgo cada lunar, cada imperfección… me paré cuando llegué a sus ojos. Miré aquellos ojos que tanto tiempo me habían acompañado y, sin quererlo, una lágrima traviesa consiguió escaparse de los míos.
Tenía los ojos llorosos, por lo que ese color gris que los caracterizaba parecía tener más viveza. Siempre me han gustado los ojos, según dicen, son el espejo del alma.
No pude evitarlo, y mis sentimientos convertidos en lágrimas me traicionaron. Él sabía que lo estaba pasando mal, lo sabía, y por ello se sentía culpable. Me abrazó muy fuerte, como si quisiera arrebatarme todas mis penas y traspasárselas a él mismo. Nos quedamos así un buen rato, en silencio y abrazados, seguramente por última vez.
De repente se separó de mí, y yo, en un acto suicida me agarré a su brazo, como si estuviera a punto de caerme al abismo, un agujero sin fin. Le escuché suspirar, un suspiro de estos lentos y llenos de sentimientos, un suspiro que para mí significaba un “no quiero dejarte, pero debo hacerlo”, un suspiro que me llegó muy dentro, e hizo que el corazón se me parara un instante.
Separó sus labios, esos que antes eran míos, los que me moría por rozar, y empezó a hablar, en forma de susurros débiles, pero seguros:
-No lo hagas más difícil- su voz no tenía significado alguno, parecía un simple muñeco al cual le han puesto voz, una voz fría, sin emoción, sin vida.-Por favor.
Y se marchó. Le vi marcharse, arrebatarme mis ilusiones y mis sueños y alejarse poco a poco de donde yo estaba. Allí me quedé, observando como esa parte de mi vida se iba a la basura, como si viniera alguien y la pisoteara sin piedad, y la dejara allí abandonada, a la intemperie, sin el calor de una mano amiga que la ayudase a sobrevivir.
Copyright ©
Me cogió la mano y la apretó en una especie de señal, solía hacerlo cuando no tenía palabras, o también cuando se sentía realmente arrepentido. Me reconfortaba aquel gesto, pues sabía que lo sentía, y mucho.
Recorrí con mi mirada su rostro, prestando mucha atención a lo que veía, cada rasgo cada lunar, cada imperfección… me paré cuando llegué a sus ojos. Miré aquellos ojos que tanto tiempo me habían acompañado y, sin quererlo, una lágrima traviesa consiguió escaparse de los míos.
Tenía los ojos llorosos, por lo que ese color gris que los caracterizaba parecía tener más viveza. Siempre me han gustado los ojos, según dicen, son el espejo del alma.
No pude evitarlo, y mis sentimientos convertidos en lágrimas me traicionaron. Él sabía que lo estaba pasando mal, lo sabía, y por ello se sentía culpable. Me abrazó muy fuerte, como si quisiera arrebatarme todas mis penas y traspasárselas a él mismo. Nos quedamos así un buen rato, en silencio y abrazados, seguramente por última vez.
De repente se separó de mí, y yo, en un acto suicida me agarré a su brazo, como si estuviera a punto de caerme al abismo, un agujero sin fin. Le escuché suspirar, un suspiro de estos lentos y llenos de sentimientos, un suspiro que para mí significaba un “no quiero dejarte, pero debo hacerlo”, un suspiro que me llegó muy dentro, e hizo que el corazón se me parara un instante.
Separó sus labios, esos que antes eran míos, los que me moría por rozar, y empezó a hablar, en forma de susurros débiles, pero seguros:
-No lo hagas más difícil- su voz no tenía significado alguno, parecía un simple muñeco al cual le han puesto voz, una voz fría, sin emoción, sin vida.-Por favor.
Y se marchó. Le vi marcharse, arrebatarme mis ilusiones y mis sueños y alejarse poco a poco de donde yo estaba. Allí me quedé, observando como esa parte de mi vida se iba a la basura, como si viniera alguien y la pisoteara sin piedad, y la dejara allí abandonada, a la intemperie, sin el calor de una mano amiga que la ayudase a sobrevivir.
Copyright ©
viernes, 13 de agosto de 2010
Dama negra
Su cabello moreno le caía por los hombros formando unas ondulaciones en la parte inferior de sus mechones, lucía un vestido medieval negro que dejaba ver su encanto femenino, encanto que acabo por convertirla en un simple títere de usar y tirar. Sus ojos de un significativo color grisáceo no mostraban nada más que el negro delineador que iba dejando huella de sus inocentes lágrimas que se le clavaban como un frio puñal de acero. Tenía un aspecto hermoso, lo que la convertía en algo terrorífico, con su mirada fija en el horizonte pero sin ver nada. Como un muñeco fantasmal el cual parece que está ahí pero en realidad ha perdió todo lo que la hacía vivir. No se movía, permanecía inmóvil bajo el negro cielo, sentada en la barandilla de la terraza más alta de su ciudad. Ya no le importaba nada, no sentía frio, ni miedo, no sentía ganas de llorar, no sentía nada…
Nada.
Su mano, pálida, hizo un pequeño movimiento, ya no le quedaban fuerzas, no actuaba ella, si no lo que quedaba de ella, un simple cuerpo abandonado con ganas de descansar y olvidar.
Consiguió dirigir la mano hasta un medallón que colgaba de su cuello y enredó en él sus finos dedos en un nudo imposible, para no soltarlo jamás. En ese momento se dejo caer al vacío, nada importaba ya, nada salvo el descanso eterno de su alma que ya había sufrido demasiado, y ahora caería en el olvido y a nadie la volvería a utilizar. Tan solo su inocente perfume quedaría en este mundo para inundar los corazones de quienes la hicieron tan desdichada…
Copyright ©
Nada.
Su mano, pálida, hizo un pequeño movimiento, ya no le quedaban fuerzas, no actuaba ella, si no lo que quedaba de ella, un simple cuerpo abandonado con ganas de descansar y olvidar.
Consiguió dirigir la mano hasta un medallón que colgaba de su cuello y enredó en él sus finos dedos en un nudo imposible, para no soltarlo jamás. En ese momento se dejo caer al vacío, nada importaba ya, nada salvo el descanso eterno de su alma que ya había sufrido demasiado, y ahora caería en el olvido y a nadie la volvería a utilizar. Tan solo su inocente perfume quedaría en este mundo para inundar los corazones de quienes la hicieron tan desdichada…
Copyright ©
sábado, 6 de febrero de 2010
Ella no...
Me mordí el labio, no le deseaba nada más que no fuera felicidad, pero una vez más su olor me hizo olvidarme de mi deseo, era cómo una amnesia temporal. Un escalofrío me recorrió el cuerpo de arriba a abajo, llevaba días sin saciarme, y ahora que podía complacerme me negaba a acabar con aquella frágil criatura.
Idiotamente masoca...
La sustancia escarlata que le resbalaba por su rostro aterciopelado me revolvía el estómago, el deseo era demasiado incontenible como para acabar con su vida en unas décimas de segundo. Su agonía me producía irritaciones hasta el punto de necesitar alejarme de aquel magnifico pero estremecedor lugar.
Sangre, matar para poder sobrevivir, un placentero suplicio que yo y los de mi raza debemos afrontar. Pero esta vez todo lo bueno desapareció, mezclado con lo peor. Ella no debe morir, no ahora, ni de esta forma. A ella le corresponde ser feliz...
Volví a mirar a sus ojos negros como el carbón, sus carnosos labios y su tierna forma de indicar que el miedo se estaba apoderando de ella. Suspiro, se puso en pie con las pocas fuerzas que le quedaba, esperó unos segundos a que su voz recuperara totalmente el sonido y unas diminutas lágrimas cristalinas brotaron de esos ojos color azabache. Su voz era melódica y aguda:
"Mátame ya" sus facciones eran ahora mas intensas, y una pequeña luz iluminaba la zona que antes permaneció oscura.
Copyright ©
Idiotamente masoca...
La sustancia escarlata que le resbalaba por su rostro aterciopelado me revolvía el estómago, el deseo era demasiado incontenible como para acabar con su vida en unas décimas de segundo. Su agonía me producía irritaciones hasta el punto de necesitar alejarme de aquel magnifico pero estremecedor lugar.
Sangre, matar para poder sobrevivir, un placentero suplicio que yo y los de mi raza debemos afrontar. Pero esta vez todo lo bueno desapareció, mezclado con lo peor. Ella no debe morir, no ahora, ni de esta forma. A ella le corresponde ser feliz...
Volví a mirar a sus ojos negros como el carbón, sus carnosos labios y su tierna forma de indicar que el miedo se estaba apoderando de ella. Suspiro, se puso en pie con las pocas fuerzas que le quedaba, esperó unos segundos a que su voz recuperara totalmente el sonido y unas diminutas lágrimas cristalinas brotaron de esos ojos color azabache. Su voz era melódica y aguda:
"Mátame ya" sus facciones eran ahora mas intensas, y una pequeña luz iluminaba la zona que antes permaneció oscura.
Copyright ©
Suscribirse a:
Entradas (Atom)